jueves, 7 de enero de 2016

Elementos

óleo sobre carton entelado 50x70 cm

Noche y una estrella en la ventana
pequeños elefantes traslúcidos
ondean al compás del viento
toman vida los relojes de Dalí
y un soldado
vela por tu sueño
no insistas querida, me decías.

Noche y una vía se fuga en un punto
tantos viajes en tren
pintando los ojos de verde
perdiéndose de a ratos en el horizonte
buscando la calma que repare
basta basta, me decías
pero no me abandones.

Noche y todo es noche
una hoguera aturde con su gemido
el recuerdo del hedor
oprime el pecho
llevo una caja tibia en las manos
te acariciaba los huesitos, me decías
yo acaricio lo que queda.


Noche y una gota más
cae constante y se desliza
atesoraste un mar
emerge ahora de tus poros
te abraza fuerte
te lleva de mí
sos mía, me decías.

te quiero, me dijiste
te quiero, dije yo

miércoles, 1 de abril de 2015

La tapita

(óleo sobre tela, 80x60)

No sé como fue. Los pensamientos vagaban dispersos por interminables laberintos nublados a la conciencia. Una distracción y desapareció de mis manos. Busqué desde abajo. Corrí mesas, sillas y otros muebles pero no estaba. Tampoco en los pisos de las habitaciones contiguas. Limitada a buscar con el golpeteo persistente de los reproches en la cabeza, imaginaba con tormento las consecuencias irreparables de su ausencia sobre esa cosa que todavía guardaba. Dejé las habitaciones y me fui a una tienda. Una juguetería, pienso. Irrumpe un extraño recuerdo, posiblemente trabajé ahí alguna vez. De un recuerdo se salta a otro, de ese a otro más  y de tanto recordar de repente salté al asiento de atrás del taxi llevándome de la facu al departamento de la tía Ida en la calle Independencia. El taxista repite la pregunta “¿trabajás en una juguetería?” y vuelvo a responder con la misma ingenuidad “No ¿por?”. Siempre creí que toda su intención era rematar con el piropo que vino después. Ahora tengo dudas. La tienda ya cerraba y sus empleados se iban. Me acerqué y les dije que necesitaba buscarla allí. La describí como pude, cabe en la palma de mi mano, es redonda, a rosca y azul. Los chicos entraron  y buscaron conmigo, uno de ellos creía haberla visto en alguna parte, tal vez arriba. Ese tiempo de permanencia en la tienda renovó mi esperanza. Finalmente allí estaba, al lado de la caja registradora, en compañía de los amables empleados y sin el objeto perdido. Vuelve el desaliento. De pronto otro salto, una idea vino desde afuera, o vino desde adentro, no lo tengo claro. Lo bueno es que esa idea me hizo vislumbrar la posibilidad del reemplazo y entonces sobrevino el alivio. La mañana siguiente estuvo repleta de cuestionamientos, todos rondando por  la importancia de la tapita original en la vida de uno, por la manera en que pesa su pérdida al punto de anular el sencillo y luminoso acto de pensar algo nuevo, por esa imposibilidad que termina pesando más que la pérdida misma. Presiento que mi tapita original la extravié hace más tiempo del que suponía. Que la pertenencia de esa cosa que guardo se remonta a épocas muy antiguas, desde cuando trabajaba en la juguetería. 

viernes, 4 de octubre de 2013

Lo que no existe

("Desnudo", xilografía)



Recostada en la baranda que me separa del abismo
después de la noche más oscura
quiero entornar los ojos
ver el círculo
y los recortes de cielo que se hacen entre las ramas
suspendido en pétalos amarillos
y un colibrí azul
quiero el aire con olor a trementina
con perfume a madera de alcanfor
jazmín rosa tilo de noviembre
rendida ante el lenguaje original
prescindiendo de las lógicas formales
quiero que leas mis silencios
por un cadencioso recorrido sin fin
una sola faz un solo borde
resueltas las manos
a rodear lo que no existe
quiero preservar mis huesos
en la habitación de las puertas desquiciadas
y revelar  el destino de mis espacios vacíos